jueves, 26 de enero de 2012

Los cuatro aspectos del amor

  • Bondad incondicional o benevolencia. Capacidad de dar alegría y felicidad a la persona que amas. Aprender  a observar a quién amamos porque si no la comprendemos no la podremos amar. La comprensión es la esencia del amor. Dedicar tiempo a estar presente y atento y observar profundamente. A eso se le llama comprensión.
  • Compasión. Deseo y capacidad de aliviar el sufrimiento de otra persona. Para conocer la naturaleza de su sufrimiento y ayudarla a cambiar, también hay que observarla profundamente. Para eso es necesaria la meditación. Meditar es observar a fondo la esencia de las cosas.
  • Alegría. Si en el amor no hay alegría, no se trata de verdadero amor. Si estamos sufriendo y llorando todo el tiempo o si se hace llorar a la persona que amamos, eso significa que no se trata de un verdadero amor, incluso puede llegar a ser lo opuesto a él. Si en la relación de pareja no hay alegría, seguro que no es un verdadero amor.
  • Ecuanimidad y libertad.  El verdadero amor hace alcanzar la libertad. Cuando se ama de verdad se le da al otro una absoluta libertad. Si no es así, no se trata de un verdadero amor. El otro debe sentirse libre, no solo por fuera, sino también por dentro.
Fuente: “El verdadero amor”. Thich Nhat Hanh, 2004

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Quiero.....

Quiero que me oigas sin juzgar
Quiero que opines sin aconsejarme
Quiero que confíes en mí sin exigirme
Quiero que me ayudes sin intentar decidir por mí
Quiero que me cuides sin anularme
Quiero que me mires sin proyectar tus cosas en mí
Quiero que me abraces sin asfixiarme
Quiero que me sostengas sin hacerte cargo de mí
Quiero que me protejas sin mentiras
Quiero que te acerques sin invadirme
Quiero que conozcas las cosas mías que más te disgusten
Quiero que las aceptes y no pretendas cambiarlas
Quiero que sepas... que hoy puedes contar conmigo...
Sin condiciones.


Jorge Bucay

martes, 23 de agosto de 2011

El Amor y la Pasión

Una princesa que sólo tenía 17 años estaba locamente enamorada de un capitán de su guardia. Deseaba casarse con él, aún a costa de lo que pudiera perder.
Su padre, el Rey, que tenía fama de sabio no cesaba de decirle:
- No estás preparada para recorrer el camino del amor.
- El amor es renuncia y así como regala, crucifica.
- Todavía eres muy joven y a veces caprichosa.
- Si buscas en el amor sólo la paz y el placer, no es este el momento de casarte.
La princesa respondía:
- Pero padre, ¡ seré tan feliz junto a él !
- No me separaré ni un solo instante de su lado.
- Compartiremos hasta el más profundo de nuestros sueños.
Entonces el rey reflexionó y se dijo:
- Las prohibiciones hacen crecer el deseo.
- Si le prohíbo que se encontrará con su amado, su deseo por él crecerá desesperado.
- Además los sabios dicen:
Cuando el amor os llegue, seguidlo, aunque sus senderos son arduos y penosos
De modo que al fin el Rey dijo a su hija:
- Hija mía, voy a someter a prueba tu amor por ese joven.
- Vas a ser encerrada con él cuarenta días y cuarenta noches.
- Si al final siguen queriéndose casar es que estás preparada y entonces tendrás mi consentimiento.
La princesa, loca de alegría, aceptó la prueba y le di las gracias a su padre.
Todo marchó perfectamente, pero tras la excitación y la euforia de los primeros días no tardó en presentarse la rutina y el aburrimiento. Lo que al principio era música celestial para la princesa se fue tornando ruido. Comenzó a vivir un ir y venir entre el dolor y el placer, la alegría y la tristeza. Así, antes de que pasaran dos semanas ya estaba deseando tener otro tipo de compañía, llegando a repudiar todo lo dijera o hiciese su amante. A las tres semanas estaba tan harta de aquel hombre que chillaba y aporreaba la puerta de su recinto. Cuando al fin pudo salir de allí, se echó en brazos de su padre agradecida de haberle librado de aquel a quién había llegado a aborrecer.
Al tiempo, cuando la princesa recobró la serenidad perdida, le dijo a su padre:
-Padre, háblame del matrimonio.
Y su padre, el rey, le dijo:
-Escucha lo que dicen los poetas de nuestro reino:
“Dejad que en vuestra unión crezcan los espacios.
Amaos el uno al otro, más no hagáis del amor una prisión.
Llenaos mutuamente las copas, pero no bebáis de la misma.
Compartid vuestro pan, más no comáis del mismo trozo.
Y permaneced juntos, más no demasiados juntos,
pues ni el roble ni el ciprés, crecen uno a la sombra del otro”

Fuente: tradicional Sufi